El robo del siglo o la gran estafa solar

El autoconsumo era la gran esperanza del sector fotovoltaico español. El futuro hacia el que caminan Europa, donde numerosos países están fomentándolo, y el mundo. En Holanda o Estados Unidos, concretamente en California, está más que arraigado. La decisión del Gobierno de implantar una especie de tasa que lo encarezca disgusta, pero no parece asustar a los pioneros. 


Un tercio de la energía fotovoltaica española está en manos de grandes fondos de inversión de bancos extranjeros que han denunciado al Estado español por el cambio en las condiciones que se les garantizaron en un Boletín Oficial del Estado.

Con la reforma energética, presentada hace apenas dos semanas, el Gobierno ha abierto la posibilidad de que aquellos inversores que no puedan sobrevivir pidan un rescate voluntario. La letra pequeña todavía no está lista. Se deja para otro decreto que probablemente no vea la luz hasta finales de año.

Rafael Rodríguez y Verónica Miguez, de 44 y 40 años, se atrevieron con lo que muchos españoles han fantaseado: producir su propia electricidad en el tejado de su casa. Practican lo que se conoce como consumo instantáneo, producen su propia energía con paneles fotovoltaicos, y están enganchados a la red tradicional para poder tener suministro cuando no hay sol.

Lo suyo ha sido una cuestión de creencia en las energías verdes, pero también de necesidad económica. Una factura de electricidad de 300 euros no se podía sostener, y menos en tiempos de tarifas crecientes y sueldos menguantes. Él, profesor de secundaria; ella, administrativo. Dos hijos y una casa en la que el deshumidificador que les secaba la ropa también les secaba el bolsillo.

“Estamos bastante contentos”, resume Rafael, que estima en unos 100 euros la bajada de su recibo. Lo instalaron a primeros de año y ya han producido 2.000 kilovatios de energía solar. “La verdad es que lo hemos notado más a partir de marzo, cuando más sol ha hecho”, matiza. La familia, que vive en Sansenxo (Pontevedra), reconoce que le ha costado un poco cambiar de hábitos de consumo energético y hacer las principales tareas cuando hay luz. “Aunque me salga por el mismo precio, seguiremos”, afirma Rafael.

Uno de los sentimientos comunes a estos entrampados por el sol es el cargo de conciencia y el sentimiento de culpabilidad por haber animado a familiares o amigos a seguir su camino. Santiago Martínez tiene la misma preocupación que Pascual. Un crédito de 600.000 euros y un hermano y una hermana que siguieron sus pasos. En el mismo grupo de inversores, Manuel Herrera no trabaja en la agricultura, pero depende directamente de ella. 

Es instalador eléctrico y tiene el hándicap de ser uno de los convencidos de las bondades de la energía solar. Manuel compró tres participaciones de 50 kilovatios. “Una para mi mujer y para mí, y las otras dos para nuestras hijas”. Los tres cooperativistas de Cieza no han acusado los recortes de los últimos años porque pidieron una ampliación del crédito a 20 años. Otros muchos no lo hicieron y ahora tienen que renegociar nuevos préstamos con intereses desorbitados.

Los campos solares con participaciones más pequeñas se concentran en Murcia, Navarra y Cataluña. El colectivo intenta presionar en todas las esferas para que se les dé una solución y pronto. No saben cuánto van a aguantar. Representan el 2% de la energía fotovoltaica del país. No son grandes empresas ni tienen los prestigiosos abogados como los fondos de inversiones. 

En Navarra, lo habitual es que los inversores compraran por 40.000 euros una placa en los huertos solares que hay en los alrededores de las Bardenas, al sur de la región. Mercedes Seviné adquirió la suya en 2008 financiada al 80%. La venta de la energía producida le suponía entonces un beneficio suficiente para pagar el crédito y una cierta rentabilidad. Ahora tiene que poner 200 euros mensuales para no endeudarse.

El régimen fiscal propio de Navarra otorga a estos afectados una pequeña ventaja sobre el resto. Como las energías renovables son uno de los ejes estratégicos de desarrollo de la región, quienes invierten en este sector obtienen un 10% de deducción fiscal. Aunque la energía eólica mantiene mayor potencia instalada, con 980 megavatios, unas 10.000 familias de la comunidad han realizado inversiones en placas solares, tanto para consumo propio como para invertir sus ahorros.

Antonio Betancor (39 años) no puede aguantar tanto tiempo. Se disculpa porque está tomando ansiolíticos y tiene un ligero tic. Tiene una empresa de muebles de cocina en Cartagena (Murcia), de la que dependen 37 familias. Hace 11 días que no pega ojo. “Este Gobierno nos va a arrastrar a la ruina”, sentencia. “Tengo a diez personas avalándome, mis padres, mis hermanos y van a tirar de sus bienes”. 

Entregó al sol 600.000 euros de sus ahorros, todo el dinero familiar, y se embarcó en un préstamo de 1,8 millones. Es vicepresidente de la patronal empresarial de Cartagena (COEC) y está más que dispuesto a salir a la calle para que se conozca la situación en la que el Gobierno les ha dejado.

“Nos dijeron que criáramos energía, yo sé de melocotones. Creo que nos vino grande”, dice un agricultor.

Fuente: El Pais.


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